¿Recuerdas…? Sí, recuerdo cuando leí por primera vez Farabeuf. Recuerdo que fue en el último semestre de la carrera. No podía creer que llevara cuatro años estudiando letras hispánicas sin haber leído esta novela. También recuerdo el impacto del instante en que mis ojos miraron aquella foto de la página 145, de una mujer china con los pechos cercenados, rodeada de hombres, unos espectadores de la sanguinaria escena, otros cortándole una pierna. Así, Farabeuf se me “reveló como un seductor signo de interrogación”, como se describe a la novela en la contraportada de la edición del Fondo de Cultura Económica.
agosto 2015
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Se inician en unos días los eventos para recordar uno de los sucesos más traumáticos del siglo XX mexicano, tras dos movimientos telúricos acontecidos los días 19 y el 20 de septiembre de 1985, afectando mayormente la Ciudad de México, aunque también Puebla, Oaxaca, Morelos y Guerrero resultaron afectados. La hora: 7:19 am ha quedado grabada en el colectivo, y la intensidad: 8.1 en la escala Richter, nos ha servido como un comparativo de otros movimientos posteriores.
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Los mexicanos ni nos rajamos, ni nos abrimos, ni sentimos el menor miedo cuando nos enfrentamos al diablo. Lejos de la solemnidad, el diablo es motivo de risa, de burla, de picardía y de juego. Desde niños mostramos irreverencia y además de hacer todo tipo de “diabluras”, jugamos con el patín del diablo, a ponernos los cuernos cada vez que posamos para una foto, lo dibujamos cómicamente dentro de las cartas de la lotería y nos subimos en los “diablitos” de las bicicletas.
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En 1946 la Academia de Ciencias Cinematográficas tuvo el buen gusto de iniciar la ceremonia…
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Calavera con traje de jaguar. Barro policromado. Izúcar de Matamoros, Puebla. Calavera con traje de…
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Laura Zamora es la primera enóloga mexicana responsable de una bodega vitivinícola: Bodegas de Santo…
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Además de las groserías, generalmente las primeras palabras que aprendemos de una nueva lengua son…
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Caminar es la mejor manera de aprender, y si además de eso llevas un libro bajo el brazo (o la revista Mexicanísimo), pues es mucho mejor, porque el viaje se entiende, los pasos no son en vano y las esquinas tienen voz, como las personas.
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Los dedos empiezan a tamborilear. El pie derecho a moverse de arriba abajo, lo secunda su hermano izquierdo. Los hombros se contonean como que no queriendo la cosa. La cabeza baila de lado a lado, siguiendo el seductor ritmo del saxofón que se funde poco a poquito con el dulce sonido de las percusiones, como lo hace el sol en el horizonte. Así reacciona el cuerpo cuando escucha la música de La Manta, que se siente como un baño de mar, como una fiesta de pueblo, como una lluvia de estrellas.
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Ubicada en la Plaza de las Tres Culturas, en el corazón mismo de Tlatelolco, en el Distrito Federal, la placa no deja lugar a dudas ni espacio para el olvido. Ahí, en grandes letras labradas en piedra, podemos leer las que sin duda siguen siendo las palabras más tristes de toda nuestra historia, pero también las más certeras:
“El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota. Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”.