Los Guadalupes

El movimiento independentista, que oficialmente nació en 1810, y que finalizó con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México en 1821, tuvo una serie de nombres y rostros de sobra conocidos. Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, José María Morelos y Vicente Guerrero fueron algunos de los hombres que se enfrentaron abiertamente al imperio español.

Sin embargo, existe otro lado de la historia que se ha mantenido en la oscuridad a causa de su propia naturaleza. Se trata de hombres y mujeres que militaron en una sociedad secreta que surgió con la idea principal de apoyar la lucha de los conspiradores, y lo logró.

Prácticamente con cada intento independentista brotaron grupos clandestinos que se dedicaron al espionaje, pero el más destacado de todos ellos fue uno que, en su mismo nombre, honró a la Virgen del Tepeyac: Los Guadalupes.

Aprovechando la fuerte identificación del pueblo indígena y mestizo con esta advocación mariana, pero también su “rivalidad” con la Virgen de los Remedios, patrona española, un grupo de inconformes se agrupó para intercambiar correspondencia, revelar secretos españoles, lanzar alertas y mover información confidencial que ayudara al movimiento. Aunque se desconoce con exactitud la cantidad y la identidad de sus integrantes, solían firmar sus documentos como “Los Doce”, “Número 12”, “Señor número doce”, “El de los pantalones”, “Serafine Rose” y, más comúnmente, “Los Guadalupes”.

Sus antecedentes se remontan a 1808, cuando los vientos de libertad comenzaron a soplar con más fuerza en la Nueva España. Las conspiraciones tomaban impulso no sólo en la gran capital, sino en sitios como la vieja Valladolid y la ciudad de Querétaro. Fue entonces cuando nació un grupo denominado “El Águila”. Sus integrantes se reunían a discutir ideas prohibidas, motivadas por las corrientes de pensamiento europeo y por la emancipación de los Estados Unidos, pero también para alentar la lucha armada por medio de provisiones y financiamiento.

Tras la derrota y muerte de Hidalgo, gran cantidad de sus integrantes fueron capturados y, acogiéndose a la amnistía, desaparecieron del escenario público. No obstante, su esencia y sus propósitos sobrevivieron. Cuando Ignacio López Rayón tomó la rienda de la insurgencia, se dio a la tarea de poner orden en el movimiento. De este modo, creó la Suprema Junta Gubernativa de América o Junta de Zitácuaro, la cual se dividió en diversas áreas muy bien definidas, como la militar, la administrativa y, sí, la de espionaje.

Virgen de los Remedios y Sello que usaron los caudillos de la independencia

Quienes fungían como espías eran personas cercanas al poder virreinal. Siempre en la oscuridad, siempre en el anonimato, se encargaban de difundir información valiosa, de interceptar correos y comunicaciones, pero también de hacerles llegar a los combatientes medicamentos, vendas confeccionadas por las mujeres, alimentos, armamento, papel e imprentas para que pudieran publicar algunos de los periódicos insurgentes y, algo muy importante, dinero.

Una de las obligaciones de sus integrantes era simple: en cuanto entregaban una carta o documento, y el destinatario lo leía, el propio mensajero se encargaba de destruirlo. No permitían que quedara constancia de sus acciones. Las misivas iban casi siempre firmadas por “Los Guadalupes”.

Entre 1811 y 1814, sus actividades fueron constantes y efectivas: revelaban secretos y estrategias, compartían ideas y suministraban ayuda. A pesar del sigilo con el que intentaban actuar, el gobierno sabía de su existencia, incluso reportaba sus actividades a España. También, logró identificar a algunos de sus integrantes, a quienes juzgó y desterró.

Esto se debió a que Los Guadalupes cometieron un error muy grande. Olvidaron uno de sus preceptos más importantes: destruir de inmediato su correspondencia.

Tras la derrota en Tenango, por ejemplo, le fue decomisada a Morelos una caja con cartas firmadas por ellos, lo que derivó en la aprehensión de varios de sus integrantes. Igualmente, tras una batalla perdida, la correspondencia de Ignacio López Rayón cayó en manos del ejército realista. Esta información condujo al encarcelamiento de seis abogados residentes en la Ciudad de México, todos ellos, miembros de Los Guadalupes, quienes fueron juzgados por espionaje.

Ignacio López Rayón & Leonora Vicario

Sobre este grupo clandestino se sabe poco en realidad. Los rumores de entonces aseguraban que habían intentado convencer a Félix María Calleja de utilizar al ejército virreinal para crear un reino independiente de España, o que su actuar estaba influenciado por las logias masónicas que tanto peso tenían en Estados Unidos, o bien, que fueron ellos los encargados de convencer a Agustín de Iturbide de abrazar la causa independentista. Se pensaba incluso que en sus filas se encontraban personas de todos los estratos sociales, desde humildes jornaleros hasta altos funcionarios de gobierno y nobles que deseaban un futuro propio para la nación mexicana.

Más allá de los rumores, sin embargo, lo cierto es que la identidad de la mayoría de sus integrantes, así como los alcances reales de sus acciones, serán siempre un misterio.

Con el tiempo, ciertos historiadores lograron conocer los nombres y profesiones de un puñado de ellos. Según algunos documentos que han sobrevivido a los siglos, se sabe que el grupo se nutría con abogados, comerciantes, escribanos, eclesiásticos, hacendados, caciques y burócratas, todos ellos, hombres adinerados, influyentes y cercanos a los círculos del poder.

Además, se reveló la identidad de una famosa dama que ha pasado a la historia como la primera periodista mexicana, y quien, con su fortuna personal, financió las actividades de los insurgentes. Ni más ni menos que Leona Vicario, una de las integrantes más entusiastas de esta sociedad secreta que luchó desde las sombras por un México libre.

Día de la Bandera

Los Guadalupes was last modified: agosto 31st, 2017 by Carlos Eduardo Díaz

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