La exuberancia barroca en México

Antes, el arte no buscaba belleza, pues se creaba para ser útil y para comunicar un mensaje. La belleza radicaba en la forma en la que se apreciaba el objeto y los criterios estéticos se definían por la época y el contexto social, histórico y artístico. Sin embargo, los cambios en la forma de hacer las cosas y el comienzo de nuevas etapas artísticas no son siempre fáciles de digerir o entender. El caso del barroco es un ejemplo perfecto, ya que fue un parteaguas en la historia plástica europea, pero llegó a América y le quedó como anillo al dedo a la sociedad novohispana.

“El Barroco, en sus manifestaciones plásticas, es uno de los estilos más difíciles de sujetar a cánones formales. Resulta inaprensible casi por definición, pues, poco dogmático en sus realizaciones artísticas, tuvo por consecuencia una avidez extraordinaria por las novedades y en su proceso evolutivo atropella sus mismos pasos con una fantasía sin límites”. – Manuel González Galvan

Muchos, a lo largo de la historia han considerado al barroco como una expresión antinatural, exagerada y demasiado extravagante. Por el contrario, otros lo toman en cuenta como una expresión humana natural que surgió a partir de un restablecimiento ideológico de la posición del ser humano en el mundo y de la organización del universo en el planeta.

Foto: Carl Campbell.

El uso de las imágenes ha ido cambiando. En la actualidad, es usual que las imágenes tengan más valor que los hechos que representan, mientras que antes se buscaba dar validez a lo sucedido mediante una representación. Se buscaba en las imágenes tener una posesión  mediante la admiración y una aproximación física a lo invisible.

En México había una fuerte y establecida cultura de imágenes cuando llegaron los españoles. Los indígenas estaban acostumbrados a realizar sus rituales adorando a los dioses y a las ideas que eran representadas mediante personajes y elementos característicos de forma visual, apreciación primordial que era necesaria para comprender la vida y lograr entender el mundo y la razón de ser de las cosas.

Aparecieron los españoles en el “nuevo continente” con ideas arraigadas de un horror al vacío y un amor a Dios exuberante que debía ser expresado y sentido en todo momento. “Inútilmente rebuscado” para algunos, pero para otros, la expresión barroca no era más que la forma en que Dios se derrama en el mundo para que los humanos, criaturas terrenales lograsen comprender la infinidad de su creador.

Dios crea y es artista, los humanos  son sólo modificadores de lo ya creado, “representadores que representan al que representó todo”.

El mundo es un laberinto, un confuso espacio custodiado por un minotauro que nos atrapa con tentaciones terrenales y nos impide salir. El mundo es un teatro, un lugar en donde todo es fingido y está repleto de mentiras; hay que aparentar y hay que embellecer lo que nos rodea. El mundo es una jungla, no sabemos lo que nos podemos encontrar, ni conocemos todo lo que existe a nuestro alrededor, así como no es posible entender el espacio ni apreciar todos sus elementos de un vistazo.

Foto: Nan Palmero.

El valor esencial del barroco es la corporalidad, es decir, el volumen necesario para entender y disfrutar a Dios con la totalidad de los sentidos. En las iglesias barrocas no sólo se utilizaban colores, elementos y luces, sino que se complementaban con las campanas, flores y ramas olorosas, frutas, comida y vinos. Es importante mencionar también que todas las figuras y relieves de retablos y columnas tenían como fin que se tocaran, sintiendo esa presencia de Dios, logrando una experiencia integral en la representación del cielo en la tierra.

Hemos hablado ya de la arquitectura barroca y ultrabarroca, como el Retablo de los Reyes, pero ¿qué pasó con la pintura en el Virreinato? Villalpando es el más elogiado, pero hay que olvidar a Cabrera o a Correa, otros grandes que en sus obras novohispanas dejaron plasmadas la influencia barroca europea e introdujeron nuevas formas estéticas a la historia del arte mexicano.

Miguel Cabrera era el pintor más famoso en la época por ser el copista oficial de la imagen Guadalupana y por haber creado una narrativa alrededor de la virgen. Sus obras de la virgen normalmente iban rodeadas de cuatro escenas con las apariciones de la misma, estructura característica del pintor. Por otro lado, los cuadros de castas de Cabrera fueron de las obras con más impacto en la época, ya que definen al barroco mexicano dando importancia al producto del mestizaje español con indígena. En dichas pinturas, el visionario artista buscaba que sus cuadros llegaran a Europa para así dar a conocer la situación social de la Nueva España, anotando en los lienzos el nombre de la casta y su origen. Algunas veces, Cabrera colocaba en los cuadros representaciones de frutas regionales acompañadas de sus nombres respectivos para así darlas a conocer en España.

Por su parte, Juan Correa era mulato y fue él quien introdujo por primera vez a ángeles y querubines de tez negra, algo impensable en Europa. Su estilo es completamente barroco, pero al estilo mexicano, pues en su pintura de la Asunción de la Virgen María, coloca a Jesús con un traje rojo y con los brazos abiertos corriendo a abrazar a su madre, una imagen muy humana y representación calurosa nunca antes vista del hijo de Dios.

Foto: María José Ordóñez Platas.

El movimiento artístico barroco es complejo y algo difícil de entender, pero es sin duda clave para entender las manifestaciones artísticas de México que tuvieron lugar al término del Virreinato.

 

Fotografía principal: María José Ordóñez

Fotografìas: «Catedral Metropolitana Mexico» de Carl Campbell, CC BY-SA 2.0

«Mexico City Metropolitan Cathedral» de Nan Palmero, CC BY 2.0

La exuberancia barroca en México was last modified: marzo 25th, 2019 by María José Ordóñez Platas

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