El poder curativo del mariachi

De Cocula es el mariachi, de Tecatitlán los sones, de San Pedro su cantar, de Tequila su mezcal…

Para las enfermedades del alma, del espíritu y del corazón apachurrado existen, en nuestra farmacopea nacional, un sinfín de recetas recomendables para una tarde jolgoriosa o una noche explosiva, a veces “entequilada” y a veces chillona, que permiten a la sangre recuperar su valor oculto o su fervor bravío, una de ellas es el mariachi, medicina perfecta para los mexicanos de mecha corta y pasión dispuesta.
Los diagnósticos son relativamente simples. Basta una sonrisa de Rutilia que indique posibilidades amorosas para montar una serenata perfecta. Es suficiente que sea aniversario de Usufructo, sesenta años de casados de los abuelos o despedida de un compañero de trabajo, para que aparezcan los grupos más mexicanos, uniformados y sonrientes, con moño, sombrero de fieltro, cinturón piteado y hasta espuelas, dispuestos a desentumir la temeridad a gritos. Se requieren solo unas lágrimas, un desencuentro y alguna amenaza de divorcio para que lleguen a cauterizar el alma o a reventar las grietas, porque los mariachis son detonador y calmante, droga y paliativo, esperanza de paz y amenaza de guerra, deseos de vida o llantos de muerte, según sea necesario.
Sin embargo, como los mejores medicamentos, el repertorio debe elegirse cuidadosamente. ¿Es el fin del año escolar?, la receta incluye “Volver, volver” y “Las golondrinas”. ¿Nos dejó Casilda o nos engañó con Meridiano?, podemos empezar con “Ingrata pérjida” y “Fallaste corazón”, para completar con “Ella” y “La chancla”. ¿Estamos celebrando el cumpleaños de Yordan Ismael?, “Las Mañanitas” son de rigor, pero si la fiesta incluye mezcal nos seguimos con “La negra”. ¿Te vas a casar?, pues, como dicen quienes destrozan nuestro idioma, “tenemos lo que viene siendo” “Si nos dejan”, pasando por “Amanecí en tus brazos” hasta llegar a “Paloma querida”, que son algo así como un viagra espiritual, muy adecuado para la ocasión. ¿Buscas darte valor para solicitar aumento de sueldo?, pues “¡Ay, Jalisco, no te rajes!” es lo de hoy, desde hace un siglo. ¿Quieres sacar a pasear la nostalgia?, te recomiendo afinarte, empezar con “México lindo y querido” y terminar con “Canción mixteca”. Quizá no sirvan para reducir la distancia, pero le dan un sabor especial a las ausencias que, gracias a ellos, son chocolate caliente para el alma y mezcalito para los ardores del kilometraje.

Y la terapia sigue …

¿La extrañas? Tómate “Cielo rojo”, es como un té de tila para el alma. ¿Quieres mostrarle que eres valiente?, olvida los consejos del doctor y arráncate con “El ausente” y “El rey”, para seguir con “La feria de las flores”, porque “no hay cerro que se me empine, ni cuaco que se me atore”. ¿Nacionalista de buró?, entonces las ideales son “Cielito lindo” y “La Adelita”. ¿Arrepentido?, indudablemente dos cucharadas de “Pa’ todo el año” son muy útiles, aunque también sirve “Yo no fui” en ayunas.
Y seguimos con las dolencias. ¿Tenemos intención de insinuar nuestro amor pecaminoso a la comadre, sin importar que el compadre sea casi nuestro hermano?, pues con sutileza cantemos “Vámonos” y, si aún no se da por aludida, arriesguémonos con “Mátalas” o con “Amanecí en tus brazos”, si tampoco funciona, olvídala y busca mejor una que sea soltera pero, antes de irte, por puro ardor, aviéntale en la cara “¿De qué manera te olvido?” o “Échame a mí la culpa”.
Como toda receta, el mariachi debe tomarse en dosis precisas porque el exceso, como casi todo en la vida (excepto por unas amigas que se pasan de excesivas) suele ser perjudicial. Su uso diario puede conducir a la sordera o a la inmunidad ante los violines; tres canciones de más pueden afectar la autoestima del adolorido por falta de hembra o de la compungida por la huida del galán; un mariachi agotado puede sonar más desafinado que un discurso electoral y producir el mismo efecto nulo, pues mariachis a cualquier hora son como pastel de chocolate con Canderel: no sirven para nada. Puede ser contraindicado tomar dos botellas de tequila por cada melodía y, si eres alérgico a la entonación es mejor recitarlas que suponerte hijo de Pedro Infante. También hay que ser cuidadoso con lo que se dice en las canciones y con lo que se calla, con lo que se insinúa y con el tamaño de la ofensa porque a causa de una “cantada”, más de uno ha perdido la dentadura y el orgullo, la virginidad o la herencia.
En el parnaso, donde habitan los grandes próceres de la música nacional, debe haber sitio para don Silvestre Vargas, el padre de la psicología de cantina, para don Pepe Villa, premio, casi Nobel, de medicina no tradicional y, por supuesto, para compositores y cantantes que, como si fueran curanderos, chamanes o especialistas consagrados, nos han recetado combinaciones sanadoras de “El mariachi loco” y “La Bikina”, aderezadas con “Si nos dejan”, “Un mundo raro”, “La culebra” y hasta “Guadalajara” y “La marcha de Zacatecas”.
Y, podrán decir lo que quieran los seguidores de The Beatles y de Queen, pero ninguno de ellos ha sido capaz de hacer llorar a tantos borrachos, declarar amor fraternal al jefe de contabilidad o que abracemos a la directora de la secundaria, sin importar sus treinta kilos de más y su verruga en el cachete. Nunca lograrán ni los Creedence ni One Direction que nos traguemos, tras dos canciones y un momento de fervor valiente, un chile habanero o unos machitos de alucinante presencia, para mostrarle a la dama o al caballero en cuestión, que este dolor sí duele, mientras pedimos “Entrega total”. Para eso se requiere un bigotón con tololoche, un gordo con guitarrón y un par de cantantes con sombrero tamaño pizza megafamiliar, que hablen de albures, reconciliaciones y desamores (mejor dicho, que canten de ellos), que sean buenos para el falsete y el tradicional grito/quejido/ladrido que los distingue.

Mariachi a cucharadas

Las posibilidades del repertorio musical son más grandes que las de una farmacia, porque cada canción está hecha para una enfermedad diferente. “Deja que salga la luna”, cuando la pasión es nocturna; “Que bonito amor”, para los cursis de siempre; “Hermoso cariño”, para quienes se toman su tiempo y empiezan despacito; “Te solté la rienda”, cuando nos arde hasta el apellido y ni Freud es suficiente; “Me equivoqué contigo”, para los orgullosos que son incapaces de disimular el apachurramiento; “El caballo blanco” para los que andan huyendo, además de “Mujeres divinas” para los que se enamoran de todas.
Así que olvídate de los psicoanalistas, los psiquiatras y los consejeros matrimoniales, de las terapias de grupo y los ángeles celestiales, de tanatólogos y cardiólogos, de los santos puestos de cabeza y el esoterismo más complicado, mejor contrata unos mariachis, en ungüento en sol mayor, toma cápsulas con trompeta o sones intravenosos, ellos son la neta nacional más adecuada. Te curas porque te curas o, al menos, te consuelas porque te consuelas.
Y, como siempre sucede, si las molestias persisten, consulte a su médico.

El poder curativo del mariachi was last modified: agosto 31st, 2017 by Mexicanisimo

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