Baile y Cochino

La independencia de México no sólo fue a nivel político sino también ideológico y cultural; proceso que fue aún más complejo y tardado. Durante los años posteriores a la independencia de nuestro país, la clase letrada se dio a la tarea de construir y definir a la nación naciente a partir de lo propio: tradiciones, personajes típicos, fiestas, comida y paisajes; es decir, forjar la identidad mexicana como parte del proceso de emancipación cultural de España. Ante este afán nacionalizador, el arte, y sobre todo la prensa, fueron la vía más propicia para transmitir y reforzar lo mexicano, de tal forma que en el terreno de la literatura el género costumbrista fue el que mejor respondía a dichos fines. De acuerdo con la investigadora María Esther Pérez Salas, “se entiende por costumbrismo aquellos relatos, aquellas manifestaciones visuales en que lo cotidiano, las circunstancias contemporáneas de los diversos grupos sociales son el tema a tratar, a partir de lo cual se tipificaran los casos y las personas”. Es decir, el costumbrismo se dio tanto en textos como en expresiones visuales, pues para 1826 con la introducción de la litografía a México comienzan a publicarse primero periódicos, después revistas y varios años después (a mediados del siglo XIX) libros acompañados de ilustraciones litográficas que reforzaban gráficamente las descripciones narrativas del texto.

José Tomás de Cuellar

José Tomás de Cuellar

El género costumbrista, tanto literario como litográfico, durante el siglo XIX pasó por diversas etapas: primeramente abrevó del costumbrismo romántico europeo que buscaba ensalzar lo regional y propio de una región o nación, esto muy de acuerdo a los intereses del México de ese entonces; posteriormente entre los años 1849 y 1852 este género comenzó ya no sólo a retratar lo pintoresco de la sociedad sino a mostrar sus vicios o virtudes con una finalidad didáctica y moralizante. A esta etapa pertenece la narrativa de José Tomás de Cuéllar, quien fue colaborador de la revista La Ilustración Mexicana (1851) promotora del nacionalismo con tendencia moralizante. Lo interesante y original del costumbrismo en la producción literaria de Cuéllar radica en que no describe de manera idealizada personajes o situaciones particulares con el fin de resaltar lo típico o propio de lo mexicano, sino por el contrario, recrea la personalidad y las características de ciertas clases sociales, mostrando ya no una cotidianidad artificiosa merced del programa nacionalizador sino una realidad mucho más cercana y familiar a los lectores, en donde los personajes, como cualquier ser humano, posee vicios, manías, fobias o degradaciones.

De igual forma, en sus novelas, Cuéllar ya no se enfoca en tipos como el indígena o en los oficios como el artesano, el aguador, la china poblana, tan característicos en el anterior costumbrismo; su mirada está puesta en esa clase media naciente durante el porfiriato. Ejemplo de ello se encuentra en su novela de costumbres Baile y Cochino que se publica por primera vez en México, en 1886 y posteriormente se reedita en Barcelona en 1889, acompañada de litografías de José María Villasana. En el prólogo a la primera edición, el mismo Cuéllar afirma que: “yo he copiado a mis personajes a la luz de mi linterna, no en drama fantástico y descomunal, sino en plena comedia humana, en la vida real, sorprendiéndoles en el hogar, en la familia, en el taller, en el campo, en la cárcel, en todas partes”.

De tal manera que en Baile y Cochino, Cuéllar retrata a esa pequeña burguesía frívola que pretende asimilar las costumbres de las sociedades cosmopolitas europeas, tales como ofrecer grandes bailes para socializar, vestir ostentosos trajes, extravagantes peinados, consumir las mejores comidas y bebidas; no obstante, conforme la novela avanza se da una degradación tanto de los personajes como del baile pomposo que deviene en reventón, y aquellos invitados enmascarados de cosmopolitismo exhiben sus vicios más profundos: “comer hasta hartarse, beber hasta perder la conciencia y enamorar a alguna de las codiciadas Machucas.” Asimismo, surgen personajes sí típicos de la sociedad mexicana, y por qué no, de cualquier sociedad, pero desmitificados; tal es el caso del personaje de Saldaña, “hombre de las circunstancias” encargado de conseguir toda la parafernalia para la fiesta de Matilde, y quien se muestra como embustero, lambiscón e interesado; o bien el caso de Chucha, la vieja chismosa, metiche e inoportuna que visita la casa de doña Dolores y Enriqueta.

Cabe añadir que todos los personajes de 5 están retratados a partir del lenguaje; es decir, el realismo del costumbrismo de Cuéllar yace en el habla de cada sujeto, característica innovadora en la literatura del siglo XIX, pues si el proyecto nacionalista de Altamirano intentaba estandarizar la lengua, en Cuéllar, por el contrario, se enfatiza el habla particular de la gente, como medio para construir los personajes-tipo.

En suma, el costumbrismo de Cuéllar no busca reforzar una mexicanidad a través de lo pintoresco, sino, con una mirada crítica, evidenciar la vulgaridad, el mal gusto, las falsas poses y el impostado refinamiento de la burguesía; es decir, ese México porfiriano y positivista que aspiraba al progreso, al cosmopolitismo a la modernidad se derrumba ante la pluma de Cuéllar; si bien no de manera directa y abierta, sí a partir de elementos discursivos y narrativos, tales como la descripción de las actitudes y personalidades de los personajes, construcción de idiolectos que definen a los sujetos y la perspectiva del narrador. Todos artificios literarios que hacen del costumbrismo de Cuéllar ya no un género a merced de edificar lo mexicano, sino mucho más crítico, realista y encaminado a la estética modernista e incluso de vanguardia.

Baile y Cochino was last modified: agosto 31st, 2017 by Natalia Priego

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