Los dedos empiezan a tamborilear. El pie derecho a moverse de arriba abajo, lo secunda su hermano izquierdo. Los hombros se contonean como que no queriendo la cosa. La cabeza baila de lado a lado, siguiendo el seductor ritmo del saxofón que se funde poco a poquito con el dulce sonido de las percusiones, como lo hace el sol en el horizonte. Así reacciona el cuerpo cuando escucha la música de La Manta, que se siente como un baño de mar, como una fiesta de pueblo, como una lluvia de estrellas.
Somos todos hijos de esta manta; compartimos raíces, dolores y esperanzas con todos y cada uno de ustedes, y creemos que la música es sinónimo de libertad, amor, identidad y fortaleza. Eloy Fernando, voz, guitarra y jarana.
La música de esta agrupación es tan diversa como sus integrantes, como su país, como ese México al que le cantan, a veces con dolor como en su personal y portentosa interpretación de “La Llorona”; a veces con amor, como se escucha en “Por tu mirada”; y muchas más con alegría en canciones como “El Maracumbé”, “El Buscapiés” y “La Mariguana”, sones y huapangos que provocan bailar a cualquiera.
A Eloy Zúñiga, Manuel López, Carlos Zambrano, Ramiro González e Hiram Marcor los unió el destino, o mejor dicho, una pasión compartida: la música. Pero no un solo género ni un ritmo en particular, sino muchos y todos a la vez. El talento de estos cinco jóvenes provenientes de distintos estados –Tamaulipas, Veracruz y San Luis Potosí– convergió en la ciudad de Xalapa, donde se formaron, en 2009, bajo el cobijo del nombre La Manta.
Este ecléctico y sabroso ensamble fusiona el huapango norteño con el rock; el flamenco con el jazz, pero también con la música clásica que se funde, a su vez, con el son istmeño y la chilena de la Costa Chica, creando un género propio sin parangón alguno. Semejante a la urdimbre de una manta, este grupo “se teje –como ellos mismos se describen– con hilos de colores, materiales y texturas diversas” que conforman “la voz que agradece la maravillosa riqueza musical de México”.
