La camarista lo sabe

Han pasado ya varios meses desde el estreno mundial de La Camarista el pasado mes de septiembre de 2018 en el Festival Internacional de Cine de Toronto, pero su estreno en las pantallas comerciales mexicanas ocurrió hace apenas unos días.

El primer largometraje cinematográfico de Lila Avilés ha sido nombrado, comentado y premiado (recuerden que Avilés ganó el Ariel a Mejor Ópera Prima) antes de que el público mexicano tuviera la oportunidad de verlo en pantalla.

La Camarista, bajo la piel de una espléndida Gabriela Cartol, nos cuenta la historia de Eve, una joven que limpia cuartos en un prestigioso hotel de la Ciudad de México. Eve, camarista del piso 21, aspira a ser ascendida al piso 42, el de las suites de lujo del hotel.

Esta sola aspiración nos permite pensar en un paralelismo entre el estatus de los huéspedes y el de los trabajadores del hotel: aspirar al piso 42, podemos pensar, no sólo es deseable por parte de las camaristas del hotel, sino también por parte de los propios huéspedes, ¿quién no quisiera alojarse en la mejor suite del hotel? El piso 42 se convierte en una importante meta a alcanzar y no sólo por Eve, sino por diferentes sectores de la población desde distintos ángulos.

Las referencias durante la película a la explotación, a las deplorables condiciones laborales, a los bajos salarios, a la desigualdad y a las diferencias entre clases sociales, son claras y pertinentes. Mucho se ha hablado de ello en los comentarios a La Camarista y es algo que el espectador podrá ver, analizar y juzgar por sí mismo.

Pero hay un aspecto, más sutil quizá, muy interesante de rescatar. Imaginamos que nos hospedamos en un hotel hasta ahora desconocido por nosotros, en una ciudad que no es la nuestra (como suele ser habitual), rodeados de personal de servicio desconocido, del que no sabemos nada y que no sabe nada acerca de nosotros.

Todo suena a privacidad. El personal del hotel nunca sabrá lo que hicimos o no en la ciudad que visitamos, nunca sabrá de nosotros y nuestras vidas más que los datos necesarios para el registro de alojamiento. Saldremos de ese hotel y nuestro paso habrá sido discreto y privado.

Pero la relación que mantenemos con la persona que limpia nuestro cuarto es mucho más estrecha de lo que imaginamos. Quizá la camarista no sabe nuestro nombre, ni a qué nos dedicamos, ni el motivo de nuestra estancia en el hotel. Quizá, aunque podría averiguarlo sin mucha dificultad. Incluso si suponemos que no logra averiguar estos datos, esta persona tiene acceso a nuestras costumbres más íntimas.

¿Eres de los que deshace sólo un lado de la cama o de los que recrea una batalla épica con las sábanas y las cobijas? La camarista lo sabe. ¿Eres de los que edifica un fuerte de almohadas a su alrededor o de los que duerme sin almohada? La camarista lo sabe. ¿Eres de los que deja su ropa siempre doblada y ordenada o de los que avienta cada prenda por donde caiga? ¿Deshaces por completo tu maleta o dejas todo en ella? ¿Usas hilo dental? ¿Usas protector bucal para dormir? Todo eso, y más, la camarista lo sabe.

Y aún hay más. Existe algo que todos, en todo hotel en el que nos alojamos, dejamos atrás, que pertenece a nuestra más profunda intimidad y que está completamente expuesto a la camarista: nuestra basura. 

Mientras estamos en un hotel muchas cosas terminan en el cesto de la basura, cosas que nosotros desechamos con gran ligereza y que creemos que quedan totalmente eliminadas. Desaparecen de nuestra vida en el momento en el que las arrojamos. Pensamos que una vez que nos deshacemos de ese objeto, de ese papel, de ese envoltorio, de ese ticket, ya no pertenece más a nuestra vida. Sin embargo, la camarista recoge esa basura y en muchas ocasiones, como nos muestra la película, la revisa, la investiga, la disecciona, y esa basura le aporta una gran cantidad de información muy íntima sobre nuestra vida.

La camarista sabe si la noche anterior comiste papas mientras veías la televisión, si abriste una botella de vino, si estuviste recortando etiquetas, sabe de los borradores de esa carta que trataste de escribir, de la blusa que compraste y que ya estrenaste, sabe dónde saliste a cenar y qué ordenaste, sabe de quién son las flores que te llegaron en la mañana y que tiraste, sabe que no te gustó el sándwich de 4 quesos del servicio de habitaciones. Sabe si usas cotonetes, si tienes un problema de caída de cabello, si tienes una herida que requiere de vendajes o curitas.

La camarista aprende muchas cosas que amigos y conocidos no saben sobre ti. Y es aterrador descubrir cuánta intimidad compartimos con personas en las que nunca reparamos y a las que no estamos dispuestos a dedicarles ni un momento de nuestra vida. A veces, ni un saludo.  

Por todo ello La Camarista representa un perfecto retrato de una labor minimizada y minusvalorada que merece un poco más de nuestra atención y una gran dosis de respeto.

Fotografía principal: Facebook La Camarista – The Chambermaid – Film

La camarista lo sabe was last modified: agosto 9th, 2019 by Camino Aparicio

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