Los migrantes y su herencia

Se escuchan enormes tonterías a la llegada de un sinnúmero de migrantes provenientes de Centroamérica, algunas veces por desconocimiento del valor de la migración –que, por supuesto, tiene también riesgos y problemas–, pero también por franca discriminación hacia personas provenientes de culturas y situaciones económicas distintas. Es, por lo tanto, un tema sensible que nos duele. Y, sin embargo, somos un país formado por migrantes de todo tipo. Migrantes de otros países, de otras culturas, pero también migrantes internos que se han movido dentro de nuestro territorio. Reconocerlo es fundamental, y aplaudir muchas de sus aportaciones nos ayudará a ver a quien llega o pasa por México con un espíritu más constructivo.

A México le falta un monumento al inmigrante. Gracias a los movimientos humanos hemos sido bendecidos con personajes enormes. Por la puerta de la solidaridad llegaron León Felipe, Luis Buñuel y Remedios Varo. Por la puerta de la paz se asomó gente que huía de la inconsciencia o gente que buscaba ambientes para la creación, como José Gaos y Vicente Rojo, Manolo Fábregas, Libertad Lamarque y miles de nombres más. Somos fruto y beneficiarios de sus esfuerzos, de sus aportaciones.

En pleno siglo XXI, al país le hace falta librarse de ataduras para reconocer las aportaciones de estos otros mexicanos a quienes, con frecuencia, hemos visto con desconfianza. Hoy somos herencia maya, azteca, totonaca, seri, pero también fruto de aportaciones de artistas, técnicos y músicos, que han visto en México motivos para quedarse y motivos para trabajar. Heredamos del mundo a pensadores del tamaño de Enrique Dussel y Juan Gelman; a Carlos Mérida y Manuel Tolsá; a Carmen Montejo, Augusto Monterroso y Álvaro Mutis, por mencionar solo a unos pocos. Y también han llegado personas casi anónimas, que sin renombre ni prestigio público han sido aquí madres y padres, ayudando a formar esta nueva mexicanidad diversa que no ha sido tan nueva –porque miles de personajes llegados de España durante la época del virreinato dieron forma a un grupo aún inconexo de tribus y grupos sociales– para crear a México, un país distinto que se ha hecho de fusiones, adquiriendo en la diversidad una de nuestras ricas características.

Por eso han sido bienvenidos Mantequilla Nápoles y Dámaso Pérez Prado; Raquel Tibol y Chabela Vargas; también comunidades enteras provenientes de Rusia y Alemania (en Chihuahua, los menonitas); de Italia (en Chipilo, Puebla, dedicados a los lácteos); de Corea (actualmente en los negocios y la industria), por mencionar algunos ejemplos no tan conocidos, al igual que grupos de centroamericanos que en su paso han decidido seguir aquí, pese a que la recepción no ha sido una alfombra de flores. Gracias al amor o a un empleo, a estudios o al simple deseo de vivir en este clima y con esta comunidad contradictoria, pero festiva, heredamos personajes entrañables que superan por mucho, por muchísimo, alguna pequeña escoria que, como siempre, se cuela hasta en las fiestas.

Me encanta mi país cargado de historias y sangre de todo el planeta. Así pues, un brindis agradecido por Ikram Antaki, Angelina Beloff, Elena Poniatowska, Frans Blom, Gertrude Duby, Gian Franco Brignone, Leonora Carrington, Fulvio Eccardi, y familias enteras como la de Margrit, Marianne y Silvestre Frenk. El brindis abarca a Pedro Friedeberg y Mathias Goeritz; a Jerzy Hausleber y Patrick Johansson; Guillermo Kahlo y Pal Kepenyes; Diana Kennedy y Tatsugoro Matsumoto; Franz Mayer y Tina Modotti. Nombres de todo el mundo. Y, por supuesto, a familiares de muchos de quienes estamos leyendo esto, gente que no necesitó tener mole poblano en las venas para ser y sentirse mexicana. Por ellos va un brindis especial con vino mexicano, que ejemplifica, como pocas bebidas, esta herencia que se volvió deliciosamente mexicana.

Y va, por supuesto, por mi papá, que se volvió tierra en esta tierra.

 

Foto: SRE.

Los migrantes y su herencia was last modified: noviembre 7th, 2018 by Luis Jorge Arnau Ávila

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