Cuauhtémoc, un símbolo de dignidad y resistencia

Por Ramiro Flores Ortiz

El nombre de Cuauhtémoc, que en náhuatl significa “águila que desciende”, ya presagiaba el trágico destino que le aguardaba a él y a su pueblo a manos de los españoles, suceso que abrió las puertas de todo un continente a las naciones europeas.

¿Sabías que el buque escuela de la Armada de México fue nombrado “Cuauhtémoc” en su honor? En él se forman los cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar.

No se sabe con certeza el año de su nacimiento, aunque el arqueólogo mexicano Alfonso Caso –cuya opinión es la que tiene más posibilidades de ser históricamente correcta– presume que Cuauhtémoc vio la luz en 1502. Fue hijo de otro emperador, Ahuitzótl, y de Tlilalcapatl, nieta del famoso rey poeta de Texcoco, Nezahualcóyotl. Teniendo sangre real en sus venas, era lógico que asistiera al Calmécac, la institución educativa propia de la nobleza azteca. Ahí aprendió todo lo referente a su religión, la astronomía y lo concerniente al calendario, así como las virtudes de obediencia, ayuno, sobriedad, laboriosidad y la devoción a los dioses. Sin mencionar, las habilidades que le permitieran aguantar los rigores de la guerra. Incluso, alcanzó el grado militar de Tlacatecuhtli o “señor de hombres”, y se distinguió en la lucha contra los tlaxcaltecas. Posteriormente y de acuerdo con fuentes indígenas, fue nombrado Tlacatécatl, es decir, gobernante militar de Tlatelolco.

Foto: Karina Flores

Llegada de los españoles

El entonces emperador Moctezuma II Xocoyotzin era un hombre de gran sensibilidad, que gustaba del estudio y era muy versado en los asuntos religiosos. Esta última característica, fue la que explica por qué se mostró vacilante ante los españoles, ya que temía que los recién llegados fueran Quetzalcóatl y los dioses que habían regresado para tomar posesión de su reino. Esta creencia motivó que abriera las puertas de la ciudad de Tenochtitlan a los conquistadores y que se mostrara tibio ante sus continuos abusos, tibieza que a la larga provocó el enojo de gran parte de la nobleza, de la clase sacerdotal y del pueblo llano. Fue así, como Cuauhtémoc se convirtió en uno de los primeros nobles en rebelarse contra su soberano. A partir de ese momento, se convirtió en uno de los férreos defensores de su pueblo y en uno de los más firmes partidarios en empuñar las armas para expulsar a los españoles de la capital del imperio.

Luego de la matanza ordenada por Pedro de Alvarado en el Templo Mayor –la cual desencadenó una sublevación popular– Cuauhtémoc se puso al frente de un ejército proveniente de Tlatelolco y derrotó a Diego de Ordaz, uno de los capitanes de Cortés, quien estaba al mando de unos 400 hombres. En un intento por poner fin a la rebelión, Cortés exigió a Moctezuma que se dirigiera a su pueblo, arenga que según los cronistas fue respondida por Cuauhtémoc de la siguiente manera: “No queremos obedecer porque ya no es nuestro rey y como vil hombre le hemos de dar el castigo y pago”. Al final de dicho episodio, el emperador murió, no se sabe si a consecuencia de las pedradas lanzadas por el pueblo o asesinado por los conquistadores.

Tras la Noche Triste, el 30 de junio de 1520, evento en el cual los españoles fueron obligados a huir y a refugiarse en Tlaxcala, fue electo el emperador Cuitláhuac, hermano de Moctezuma. Sin embargo, este tlatoani duró poco en el trono ya que falleció unos 80 días después de haber asumido el poder (noviembre o diciembre de 1520), víctima del virus de la viruela, introducido por los europeos.

Foto: Karina Flores

 

La gesta del último tlatoani

En ese momento, Cuauhtémoc se convertiría en tlatoani (al parecer en febrero de 1521), cargo en el que se distinguió defendiendo su imperio. Hombre de indudables dotes militares, le tocó hacer frente al asedio de Tenochtitlan emprendido por los españoles y sus aliados indígenas (mayormente tlaxcaltecas), para lo cual realizó acopio de armas, provisiones y de hombres de guerra.

Los cronistas españoles coinciden en señalar que él fue el alma y el principal orquestador de la heroica defensa de la capital, obligando a los conquistadores a luchar por cada palmo de terreno. Ante la dificultad de avanzar en una ciudad asentada en un lago, los españoles se vieron obligados a destruir casas y otras construcciones para obtener material con el cual rellenar los canales, labor que se llevó a cabo bajo el continuo hostigamiento de los guerreros aztecas.

¿Sabías que en diversos estados de México existen monumentos dedicados a Cuauhtémoc? Entre ellos se encuentran el de Villa Hermosa, Tabasco; Tijuana, Baja California; Ciudad del Carmen, Campeche y el de la Ciudad de México, ubicado en el cruce de Paseo de la Reforma y Avenida de los Insurgentes.

Poco a poco, Cuauhtémoc fue retrocediendo hasta Tlateloloco, donde se hizo fuerte y aguantó por más de tres meses los embates de los europeos, rechazando una y otra vez sus proposiciones de paz. Pero la superioridad táctica de Cortés, aunada a las graves penurias y la falta de víveres pudieron más que la determinación del joven emperador, quien, derrotado, se vio forzado a huir en una piragua (según la versión de los españoles) o a entregarse (versión de las fuentes indígenas) el 13 de agosto de 1521, momento en que fue capturado por las fuerzas de Gonzalo de Sandoval, otro de los capitanes de Cortés. “Yo he hecho a lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más (…), toma luego ese puñal que tienes en la cintura y mátame con él”, fueron las palabras que según los cronistas españoles dijo Cuauhtémoc a Cortés, palabras que revelan su nobleza espiritual, el coraje y la fuerza de su carácter.

El martirio de un héroe

A partir de su captura, el destino de Cuauhtémoc estuvo marcado por la tragedia. Siendo prisionero de Cortés, fue interrogado para que revelara el paradero del tesoro de Moctezuma, para lo cual fue sometido a tortura junto con su primo Tetlepanquétzal, el señor de Tacuba. Según el cronista Francisco López de Gómara, viendo cómo se quejaba su pariente mientras les quemaban los pies, Cuauhtémoc, demostrando una gran entereza y dignidad, le reprendió preguntándole “si estaba él en algún deleite o baño”.

Una vez consumada la Conquista, se dedicó a proteger a su pueblo lo mejor que pudo, una difícil labor si se considera que además estaba obligado a hacer cumplir los mandatos que Cortés le ordenaba promulgar. Fue en esta etapa cuando Cuauhtémoc recibió el bautismo, adoptando un nombre cristiano: Don Hernando de Alvarado Cuauhtemotzin o Don Fernando Cortés Cuauhtémoc Huitzilíguitl, según las dos versiones que se manejan.

Tiempo después, temiendo que su permanencia en la rebautizada Ciudad de México provocara una revuelta, Cortés se lo llevó con él a su expedición a las Hibueras (actual Honduras). Durante el largo viaje, Cuauhtémoc fue acusado ante Cortés por un indígena de nombre Mexicalzingo de planear una conspiración para matar a los españoles. Fuera o no veraz dicha acusación en la que creían Cortés y los principales cronistas españoles, el hecho fue que el último emperador azteca fue enjuiciado y condenado a muerte. A finales de febrero de 1525, fue colgado en la provincia de Acallan, en el sur de Campeche, cerca del poblado de Izancanac; con lo cual llegó a su fin la vida del más valiente y digno emperador de los aztecas.

 

Ramiro Flores Ortiz. Es licenciado en Historia por la UNAM. Como periodista ha realizado colaboraciones para los diarios La Jornada y Milenio, y para la revista Nexos, entre otras publicaciones.

Cuauhtémoc, un símbolo de dignidad y resistencia was last modified: febrero 28th, 2018 by Mexicanisimo

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