¿México lindo y qué herido?

 

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”

Napoleón Bonaparte

La expresión atribuida a Napoleón Bonaparte la hemos oído hasta el cansancio en voz de maestros, locutores de radio, historiadores y demás personas que están por hablar de un tema de actualidad en nuestro país o de momentos desafortunados en nuestro pasado. A México, a nuestro herido México, le hace falta quererlo para cuidarlo más, pero no hay modo en que se llegue uno a encariñar con aquello que no se conoce. No hay manera. Y no es una cuestión que se resuelva con chovinismo. Despreciar lo extranjero es una respuesta fallida, en especial en estos tiempos en los que las fronteras culturales se desdibujan gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Si se trata de sumar, no de restar. El chiste no es cerrarse al mundo, sino abrazar lo mexicano, abrirse a lo local.

Enaltecer lo mexicano nada más porque sí, sin conocerlo ni involucrarse, no es suficiente: “Es que como México no hay dos”, decimos en vísperas de las fiestas patrias. Y no hay falla en esta máxima que recoge cierta película estelarizada por Vicente Fernández. Es cierto que como México no hay dos, pero también lo es que como Chile no hay dos, y como República Checa no hay dos, y como cualquier país no hay dos. En esta expresión nos falta postura crítica, nos falta conocimiento pero, sobre todo, nos falta compromiso.

 

 

Lo importante es tener bien abiertos los ojos y –con perdón de la cursilería– el corazón, porque hace falta sensibilidad (y hay días en que también mucho estómago) para enfrentar la realidad que pule y da forma a nuestra experiencia como mexicanos día con día. Vaya, hace falta todo esto para reconocer los elementos que nos dan identidad y apoyar los proyectos que trabajan para, por y en beneficio de los mexicanos. Y ni hablar de los pueblos indígenas que tanto presumimos a nuestros amigos extranjeros por sus bordados, artesanías, cosmovisión, cuando lo más cerca que estamos de involucrarnos para hacer una mejora en sus vidas es la mezquindad ocasional de estirarles una moneda a manera de limosna. “Ah, caray, pero qué generoso amanecí hoy”, nos felicitamos. Con eso la conciencia se apacigua. Así como los presumimos como preseas, haría una gran diferencia que nos involucráramos más para que no desaparezcan sus lenguas, para que vivan dignamente, para que no sean discriminados ni excluidos. Acercarnos a conocerlos es el primer paso.

Y no por mencionarlo al final es menos importante: si sabes de alguien que está comenzando un pequeño negocio, puedes apoyarlo consumiendo o simplemente difundiendo, se vale echar la mano. Lo que emprendamos en este país es más probable que tenga éxito y que crezca con el tiempo si cuenta con el apoyo de todos, lo cual se traduciría en más oportunidades de empleo y más dinero circulando. En pocas palabras, todo se reduce al fortalecimiento. Si esto le pasa no a una sino a muchas empresas mexicanas, bueno, no hace falta entrar en detalle sobre lo bueno que sería para todos.

 

Imagen obtenida en: http://mxcity.mx/

Si no te identificas con tu país se debe únicamente a que te falta conocerlo más, caminar sus calles, visitar sus puertos, respirar los vapores de sus cocinas, platicar con su gente, apropiarte de él, hacerlo tuyo. México está lleno de motivos para enorgullecernos, pero muchos están todavía en potencia. Para que crezca ese sentimiento que nos impulse a cuidarlo y a crear oportunidades que mejoren nuestro entorno, sí o sí, necesitamos conocerlo.

¿México lindo y qué herido? was last modified: agosto 31st, 2017 by Sofía Mejía León

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