Esta tierra, mi tierra

Caminar es la mejor manera de aprender, y si además de eso llevas un libro bajo el brazo (o la revista Mexicanísimo), pues es mucho mejor, porque el viaje se entiende, los pasos no son en vano y las esquinas tienen voz, como las personas.

Amanecer en Xochimilco © Bruno Pérez Chávez

Si algo agradezco en esta aventura con la revista y la editorial, es la oportunidad inmejorable de comprender este país, al menos un poco más. Lo aprendido es también gracias a personas espléndidas que se nos han cruzado en el camino, maestros de la palabra, de la cultura, de la investigación, del arte.
Por un rato, gracias a Rafael Córdova, me siento kikapú, cuya traducción sería algo así como “el que anda por la tierra”. Tribu de Coahuila, dueños de los desiertos, cercanos a los apaches, atados únicamente a sus pasos y al viento, parte de ese patrimonio del que sabemos tan poco que debería darnos vergüenza.
También he deseado volverme cocinero, como las enormes damas del fogón que protegen las recetas michoacanas, que les buscan nuevo sazón, que agregan “lo que hay” para hacer de cada día un festín y que enseñan que no hay mejor diálogo ni más profundo que el que se charla en la cocina.

10Gracias a Jorge Pedro Uribe he aprendido a no tener miedo a llamar a la puerta de gente que no conozco, para preguntar la razón por la que hay una cornisa decorada, o una reja del siglo XVII, o un portón anterior a la Independencia. Hay millones de historias tras cada ventana, el chiste es asomarse.
Gracias a Carlos Galindo he aprendido del patrimonio de dalias, nochebuenas, cactáceas, manglares y personajes que han luchado por proteger nuestra biodiversidad. Entiendo un poco más, leyendo su aportación mensual, de teporingos y huauzontles, de bosques secos y de ajolotes. Entiendo un poco más de mí.
Begoña Zorrilla ha hecho esfuerzos desmesurados para que yo comprenda de arte contemporáneo y sus diferencias con el arte abstracto; gracias a sus charlas y textos he conocido los nuevos caminos de artistas mexicanos que, sin renegar de este país, no quieren ser copia de Rivera, Kahlo u Orozco, sino hablar su propio lenguaje.

Zacatecas © Mexicanísimo

He descubierto a personajes irreemplazables, como Ángel María Garibay, sacerdote, filólogo e historiador, a quien habría de darle una enorme ovación cuando se habla de recuperación de las culturas prehispánicas; de Agustín Lara y su música que está muy lejos de ser el único ritmo de México, porque ahí están Chilo Morán, Alex Lora, La Manta o la locura de Huichol Musical; también aprendí del arquitecto Mario Pani, de Manuela Generali y de Julieta Fierro, de las Patronas y de indocumentados que luchan por salir de su condición indigna luchando por sobrevivir cada kilómetro. Ciudadanos del mundo, hechos en México.
Gracias al INALI, trato de aprender algunas palabras, al menos, que me saben al otro México –y que saben muy rico–. Mah cualli tonalli (buenos días en náhuatl), para empezar con gusto cada mañana.
He aprendido de aportaciones de los lectores, de comentarios recibidos, de los paseos por los museos y de pasos perdidos en muchos pueblos. Como resultado de esas lecturas y esas charlas, en mis planes está ir por el Camino Real de Tierra Adentro, recorrer la península de Baja California o la Ruta del Caballo Blanco, entre muchas otros recorridos conocidos y por conocer. La vida sonríe en las fiestas de pueblo y en las celebraciones de las mil religiones a las que tratamos de darle un solo nombre.
Cuando decidimos abrir los ojos, descubrimos más México que el patético que a diario nos recetan, y ese México explosivo y vital, que baila con los títeres de Rosete Aranda o con el Ballet Folklórico de México, que brinda con vinos de Ensenada o pulques hidalguenses, está vivo, vigente, es contemporáneo y creativo gracias a los jóvenes mexicanos que hoy hacen performances y artes con luz y ciencia, a la gente que hoy construye rascacielos y escribe las novelas del siglo XXI, a los que protestan y a los que proponen. Porque jóvenes con empuje, que ganan competencias y aportan ciencia, hay miles.
Por eso quiero ser kikapú, para andar por esta tierra, mi tierra.

Cocineras tradicionales © Karina Flores

Esta tierra, mi tierra was last modified: agosto 31st, 2017 by Luis Jorge Arnau Ávila

Comentarios

comentarios

Salir de la versión móvil