Ninón Sevilla

En sus épocas de gloria, se decía que Emelia Pérez Castellanos era la única de las rumberas que bailaba, y que bailaba de verdad. El resto de ellas –se aseguraba entonces– se contentaban con mover sus cuerpos. ¡Pero qué cuerpos! Caderas anchas, cinturas esculpidas a mano, piernas generosamente bien torneadas, bustos altos. Cuerpos naturales, cuerpos sin retocar, cuerpos deseados, admirados, envidiados. Cuerpos que en la pantalla grande atraían la mirada de cientos, de miles de espectadores ávidos de presenciar la nueva tragedia de ocasión: la tragedia, el melodrama de estas seductoras seducidas, de estas sensuales víctimas del pecado. De estas mujeres simplemente conocidas como “rumberas”.

Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, el cine mexicano –ese cine dorado tan afamado en todo el mundo– se llenó con estas bailarinas que eran además actrices, objetos de deseo, esclavas de la tragedia… Y bien, estrellas consagradas, a fin de cuentas.

El baile cubano conocido como “rumba” les obsequió el nombre, los ritmos afroantillanos les indicaron el compás y directores como Emilio “Indio” Fernández, Juan Orol, Joselito Rodríguez, Alberto Gout y Julián Soler las consagraron para siempre. Ellas fueron María Antonieta Pons, Meche Barba, Amalia Aguilar, Rosa Carmina, Yolanda Montes “Tongolele” y otras más. Pero entre todas ellas destacó Emelia. Emelia Pérez Castellanos.

Nacida en La Habana, Cuba, el 10 de noviembre de 1929, esta joven tenía “algo” que la volvía varias veces encantadora. Tal vez por esta razón adoptó su nombre artístico, Ninón Sevilla, en honor a Anne «Ninón» de l’Enclos, una escritora, mecenas y cortesana francesa del siglo 17, de quien el mismísimo Voltaire llegó a decir: no era hermosa, pero era irresistible. Tan irresistible que el poderoso Armand Jean du Plessis (el popular Cardenal Richelieu) la pretendía con vehemencia, aunque siempre fue rechazado.

Fue esta enigmática mujer la que provocó que Emelia dejara de ser la modesta bailarina cubana y comenzara a ser simplemente Ninón Sevilla.

Siendo apenas una niña, Ninón deseaba ser monja misionera. En su lugar, y al darse cuenta de su habilidad natural para la danza, comenzó a trabajar en diversos centros nocturnos, de donde dio el salto hacia su primera gran oportunidad: unirse al coro de los cómicos Mimí Cal “Nananina” y Leopoldo Fernández “José Candelario Tres Patines”, quienes, además de su popular programa radial, La tremenda corte, presentaban un espectáculo en el teatro Martí.

Fue donde fue descubierta por el empresario y actor puertorriqueño Fernando Cortés, quien la contrató para trabajar en México, ni más ni menos que en uno de los escenarios más prestigiados de América Latina: el Teatro Lírico. Ahí, la joven llenaba los espacios que, entre actos, dejaba libres la estrella del lugar, Libertad Lamarque. Nadie imaginó que Ninón le robaría a la argentina los aplausos, los suspiros, la admiración y el gusto del público, mucho menos que aquella muchacha llegaría para quedarse para siempre en este país.

Su salto al cine fue mero formalismo, al igual que su enorme éxito. Participó en cerca de 27 películas, además de telenovelas y programas televisivos. Su debut fue en el largometraje Carita de cielo, en 1946, al lado de María Elena Marqués y Antonio Badú.

Los críticos alababan sus piernas “inusualmente largas”, así como “su cintura breve, que hace resaltar su cadera; instrumento musical que ‘toca’ con sabiduría”. Pero, además, Ninón poseía otro talento natural: sabía actuar de manera convincente.

Con el tiempo, al menos tres de las cintas que estelarizó se volverían inmortales: Aventurera, Sensualidad y Víctimas del pecado.

Su popularidad llegó a ser tan grande que Edith Piaf, uno de los emblemas musicales de Francia, se declaró su admiradora. En 1956, cuando la diva visitó México para filmar la película Música de siempre, los periodistas le preguntaron qué le gustaría conocer de este país. Ella, sencillamente, respondió: “A Ninón Sevilla”.

Su fama era bien conocida. Cuatro años antes, en 1952, en un concurso realizado en Francia, Ninón obtuvo el primer lugar como “Las piernas más hermosas del cine”. El segundo lugar fue para Marlene Dietrich y el tercero para Ginger Rogers.

Tras un retiro voluntario, en 1984 obtuvo el Ariel a la Mejor Actriz del año por la película Noche de carnaval (filmada tres años antes). Su última y breve aparición en una cinta fue en Rumbera caliente, en 1989, aunque su presencia en la televisión mexicana fue siempre constante.

Finalmente, el pasado 1º de enero falleció en la Ciudad de México. Pocas veces el mundo le ha regalado a este país a una mujer que ame tanto a esta tierra como Ninón.

Ninón Sevilla was last modified: agosto 31st, 2017 by Carlos Eduardo Díaz

Comentarios

comentarios

Salir de la versión móvil