Vicente, uno de mis héroes

Mi primer acercamiento con Vicente Leñero fue leyendo El evangelio de Lucas Gavilán, y me pareció un acontecimiento. Quizá era mi edad, o el momento, pero me removió, es a mi gusto una obra innovadora y muy actual. La leí dos veces.

Más tarde, cuando Los periodistas entró en mi cajón de grandes personajes por su lenguaje crudo, comprometido, sin perder la objetividad aun en la tragedia que Excélsior sufrió frente a estos poderes barrocos que nos han gobernado en México. Entre Leñero y mi papá me hicieron odiar los sucesos en el periódico y las fuerzas políticas que creen tener el derecho y la lucidez para modificar la conciencia nacional. Al paso de los años, nombres como Luis Echeverría, Regino Díaz Redondo y otros más, ganaron su lugar entre los indeseables. Me parece ridículo que Díaz Redondo siga por ahí, escribiendo, olvidando su pasado esquirol. Y más ilógico me parece que nadie lo haya metido a la cárcel. Impunidad impune, valga la redundancia.

Regresando a lo que en realidad vale la pena, después leí la adaptación a teatro de Los Albañiles, pese a que leer dramaturgia no es mi fuerte. Años después la vi en escena: el alma de los “maestros”, el arte tras la mezcla y las carretillas. Ojalá la vuelvan a poner, en su homenaje. Por último, otra de sus obras: Puros cuentos.

Por supuesto que mi admiración creció con sus guiones cinematográficos. Al menos tres películas: El callejón de los milagros, La ley de Herodes y El crimen del Padre Amaro están entre las más recordadas de los últimos años.

Leí muchas de sus aportaciones en Proceso, a veces estando de acuerdo con él, a veces no, pero tenía la gran capacidad de mezclar la opinión serena y precisa con un gran manejo del idioma, lo que es de agradecer con algunos periodistas que no olvidan que, aunque el mensaje sea profundo, requiere la estética de la palabra. Fue muy merecido que lo hubieran invitado a participar en la Academia Mexicana de la Lengua.

Pero mi cambio mayor sucedió cuando lo conocí. Fue a la oficina, charló un rato, se portó accesible, humano, nos dedicó un rato para hablar de todo y nada, y me dijo: “Aunque nadie se lo agradezca, siga escribiendo, sólo si está seguro que tiene algo que decir”.

Aún conservo una escultura hecha con el molde de su mano para la subasta “Danos una mano” de Fundación Chespirito. Estimaba a Roberto Gómez Bolaños y se ofreció a participar en ese evento, sin poses, sin querer mostrar más de lo que ya era. Fue una mañana memorable.

Ojalá todos los que se han sumado a sus homenajes, a los aplausos a su figura, lo lean. Les ayudará a entender la función social del periodista y la importancia de tener una actitud ética ante la vida. Mexicanos como Vicente Leñero merecen un aplauso prolongado, consciente, para que no se nos olvide que aún necesitamos muchos como él.

Vicente Leñero © CONACULTA

Vicente, uno de mis héroes was last modified: agosto 31st, 2017 by Luis Jorge Arnau Ávila

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