Quetzalcóatl

Existe una creencia popular que asegura que Quetzalcóatl fue una persona de tez blanca y cabello y barba en tono rojizo. Según esta versión –que ofrece muchos atractivos fantásticos– este hombre habría sido un europeo, tal vez un vikingo, que llegó a América por casualidad luego de un naufragio. Una vez aquí, se habría dedicado a enseñar a los nativos cosas útiles, como la agricultura y la elaboración de adornos en metales preciosos. Sus conocimientos, aunados a su bondad y al hecho de haber prohibido los sacrificios humanos, lo habrían elevado a la categoría de dios. Por tanto, cuando los españoles llegaron a las costas mexicanas, los nativos estuvieron seguros de que se trataba del antiguo dios que regresaba a reasumir su reino. Esta versión, sin embargo, es completamente falsa.

Por principio de cuentas, debemos aclarar que en ninguno de los relatos antiguos se dice ni una sola palabra acerca las características físicas de Quetzalcóatl.
Para la vieja Europa, encontrar un territorio habitado por millones de personas representaba una serie de problemas teológicos: ¿cómo habían llegado? ¿De dónde habían venido? ¿Acaso Dios los había olvidado y eran ajenos a la salvación por medio de Jesucristo?
La explicación más sencilla y cómoda que encontraron fue que se trataba de las tribus perdidas de Israel, lo que explicaba también la abundancia de lenguas tan distintas entre sí. Pero además, los españoles encontraron algo que los inquietó: cruces. Algunas de ellas, en los templos dedicados al propio Quetzalcóatl. Bajo el principio de “ver lo que se quiere ver”, los primeros frailes llegaron a la conclusión de que los nativos habían tenido contacto con el viejo mundo, y que incluso habían sido evangelizados en algún tiempo.
Las cruces, no obstante, tenían un significado completamente diferente al cristiano. Se trataba de la representación del universo, con un solo centro y cuatro rumbos por donde se expandía la vida y toda la creación. Es justamente como los mexicas concebían la era en que vivían, el Quinto Sol o Nahui Ollin. Esta figura está labrada al centro de la Piedra del Sol, mejor conocida como Calendario Azteca. Los españoles no comprendían que una cruz pudiera tener un significado ajeno a la fe cristiana, por tanto, fue la única evidencia que necesitaron para asegurar que el continente había recibido la doctrina de Cristo en épocas antiguas.
Cuando escucharon la historia de Quetzalcóatl, las piezas comenzaron a acomodarse… a su conveniencia, claro. Pensaron que este dios poseía atributos mucho más cercanos a la mentalidad europea que a la indígena. Solamente un europeo, y qué mejor que un cristiano, podía haberles enseñado a cultivar la tierra. El problema con esta teoría es que la agricultura en este continente comenzó a practicarse hace cerca de 5,500 años.


Se aseguró también que sólo un cristiano podía mantener una vida casta y pura y repudiar los sacrificios humanos. El fraile dominico Diego Durán (1537-1588) incluso fue más lejos: Quetzalcóatl seguramente había sido un apóstol, llegado a estas tierras por mandato divino. A él se le unieron otros religiosos que sostenían tesis similares, sin más argumentos que sus ocurrencias. A Bartolomé de las Casas le pareció buena idea imaginarlo alto, blanco y con barba, mientras que fray Juan de Torquemada decidió que habría sido rubio. La historia tomó aún más fuerza en el siglo XVII, cuando el pensador Carlos de Sigüenza y Góngora afirmó que Quetzalcóatl en realidad había sido el apóstol Tomás. Años más tarde, fray Servando Teresa de Mier llegó al extremo: estaba convencido de que el dios bueno era San Tomás, quien, además, había traído consigo la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Ahora bien, la idea de que Quetzalcóatl fue un vikingo, nació en el siglo XIX gracias al historiador Manuel Orozco y Berra, quien sostuvo que se trataba de un misionero islandés. Sus pruebas, sus únicas pruebas, de hecho, fueron sus ocurrencias.
Es un hecho que navegantes europeos pisaron América mucho antes que los españoles, pero la idea de que Quetzalcóatl fue un hombre blanco, rubio y de ojos azules, no cuenta con ningún sustento y sí con una multitud de pruebas en contra. Para finalizar, hay que decir que la mayoría de las enseñanzas que se le atribuyen a ese hombre santo, blanco, europeo y cristiano que luego habría de ser llamado Quetzalcóatl, ya se practicaban en la cultura olmeca, mil años antes del inicio del cristianismo.

Quetzalcóatl was last modified: agosto 31st, 2017 by Carlos Eduardo Díaz

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