El mágico y mítico Flaco

El 30 de octubre de 1900 nació uno de los personajes más distintivos de nuestra sociedad, sin duda uno de los cinco grandes compositores populares mexicanos: Agustín Lara.

Personaje de leyenda, perfecto ejemplo de que «rollo mata carita» (rollo inteligente y con una enorme capacidad musical), Agustín concentró la atención de medio siglo musical y personificó un movimiento artístico que a la fecha es intrigante: el del arrabal, del centro nocturno y las películas de ficheras y alterne, el romántico de burdel, el que podía morir al piano con tal de hacer un guiño a la mujer ajena, el del adolorido elegante, el músico del “me vale madres, canto lo que quiera”.

Esposo temporal de otro de nuestros íconos, María Félix, Lara hizo de su propio nacimiento una leyenda, pues insistía en haber nacido en Tlacotalpan y ser veracruzano, aunque algunos documentos aseguran que nació en la Ciudad de México y otros, en Tlatlauquitepec, Puebla. Su mismo nombre es un concierto: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino. Hasta en eso, musical.

Agustín Lara © Archivo Pablo Dueñas

Feo, flaco al exceso, con una enorme cicatriz que exhibía su vida al límite, era un absoluto genio al piano y un compositor notable cuya música ha generado polémica sobre su autoría. Algunas de las más reconocidas canciones españolas… son de Lara, como “Granada”, “Madrid” o “Valencia”.

Todos hemos cantado al menos un trozo de alguna canción de Lara, desde el “María Bonita” hasta “Farolito”, que yo recuerdo interpretado hace media vida nada menos que por Topo Gigio. Estrofas memorables: “Veracruz, rinconcito donde hacen sus nidos las olas del mar”; “Se me hizo fácil, borrar de mi memoria, a esa mujer a quien yo amaba tanto”; “Noche de ronda, que triste pasas, que triste cruzas por mi balcón”; “Vende caro tú amor, aventurera. Da el precio del dolor, a tú pasado”. Entonar al Flaco de Oro es irse por unas cervezas y soñar en mujeres ajenas, es abandonar la seriedad para volvernos, un momento al menos, cabareteros.

Su música, su rostro afilado, su voz rasposa, siguen en el imaginario popular. De él se podría parafrasear aquella frase: “De tan feo que cantaba, cantaba bonito”.

Agustín Lara © Archivo General de la Nación

Amante de los toros, poseedor de una leyenda que es envidia de muchos galanes: contar con un enorme vigor masculino que era mítico entre las damas de la farándula, a ratos parece que no existe y que es un gran personaje de una película de Juan Orol o del Indio Fernández. Pero Lara es tan real que es de los que no se han muerto y aparece entre las teclas de cualquier piano, al sabor de unas copas y música tenue, para decir que la vida es un bolado pero hay que cantar en lo que la moneda toca el piso. Es más, imagino a Lara y me parece que “ya quebró la tarde”, como dicen los albañiles, y es indispensable parar en una cantina para soñar con ellas.

Ahora que nos da por volvernos absolutistas de casi todo, podríamos decir “Todos somos Agustín Lara”, y tal vez contaríamos con muchísimos adeptos.

El mágico y mítico Flaco was last modified: agosto 31st, 2017 by Luis Jorge Arnau Ávila

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