Personaje de leyenda, perfecto ejemplo de que «rollo mata carita» (rollo inteligente y con una enorme capacidad musical), Agustín concentró la atención de medio siglo musical y personificó un movimiento artístico que a la fecha es intrigante: el del arrabal, del centro nocturno y las películas de ficheras y alterne, el romántico de burdel, el que podía morir al piano con tal de hacer un guiño a la mujer ajena, el del adolorido elegante, el músico del “me vale madres, canto lo que quiera”.
Luis Jorge Arnau Ávila
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En febrero de 2010, en el número 24 de Mexicanísimo, presentamos los resultados de la encuesta entre nuestros lectores, quienes eligieron, desde su opinión personal, las mejores novelas mexicanas. Como sucede a menudo, hubo discrepancias y puntos en común, lo que muestra nuestra diversidad y riqueza de opiniones.
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¿Qué me atrae de María Elena Morera Mitre? Además de todos sus logros, que a…
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Para aquellos tiempos, Guillermo González Camarena era, sin lugar a dudas, el equivalente a Bill…
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Extrañamente, y de manera casi obsoleta, seguimos celebrando el Día de la Raza cada 12 de octubre. Somos una sociedad a la que le cuesta trabajo cambiar hasta en los detalles que son evidentemente arcaicos. ¿De qué raza hablamos? Reciben el nombre de raza los grupos en los que se subdividen algunas especies biológicas, pero el hombre es una sola especie, por lo tanto una sola raza. Esa idea viene del siglo XVI y, a partir de 1960 con la aparición de la genética humana, cayó en desuso por inexacta.
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Este país ha llegado hasta donde estamos hoy gracias a muchos inconformes que decidieron crear patria. Hoy quisiera recordar a algunos y agradecer a todos. Primero que nada, a Gonzalo Guerrero y a una mujer maya cuyo nombre se perdió en la historia. Ellos se dieron a la sabrosa tarea de iniciar un mestizaje maravilloso que nos trae hasta estos días. Desde entonces hemos sido buenos para tener hijos y mejores para lo que sucede antes de que nazcan.
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De vez en cuando surgen en el escenario personajes fulgurantes, inspiradores, que generan empatía y…
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Un comentario que escucho con frecuencia de personas mayores o padres de niños y adolescentes es que ellos prácticamente no entran a las redes sociales. Las explicaciones van desde “sólo se dicen tonterías” hasta “es muy complicado y no le entiendo”, pasando por “son ofensivas”, “son peligrosas”, “no tengo tiempo”, “todo mundo se entera de todo”, “son para jóvenes” y muchas otras.
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El 11 de septiembre trae a la memoria –cargado de mercadotecnia– los atentados en Estados Unidos. Pero hay otros sucesos importantes en esa fecha, como el 300 aniversario de la toma de Barcelona, que condujo a la derrota de los catalanes ante España. Tuve la oportunidad de asistir a esa ciudad y presenciar una celebración extraordinaria, con una sociedad que usó la fecha para pedir, de manera civilizada, ejercer su derecho al voto y dar su opinión sobre una España con Catalunya o una Catalunya sin España. Al parecer, un millón y medio de catalanes (1 de cada 5 habitantes de un estado de 7.5 millones) salió a la calle. Fue una gran demostración, un acto pacífico, familiar, que puede tener detractores y defensores pero que muestra la existencia de lenguajes que no hablan a tiros. Y fue, sobre todo, un acto organizado por grupos civiles, no por los partidos políticos o los gobernantes en turno.
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A fuerza de llorar por los difuntos y de encontrarles reales o imaginarias virtudes, creamos una especie de premio al hecho de morirse, para que el mundo reconozca los logros personales. Un mundo tacaño en celebraciones reconoce post mortem a sus mejores habitantes.
Aunque he escuchado epitafios increíbles inventando virtudes a verdaderos gángsters, también encuentro palabras valiosas sobre gente que valió la pena. Reconocimientos al fin, pero tal vez un poco tarde.
A mí, sin embargo, me encantan los aplausos que pueden ser escuchados por esas personas que realmente han hecho la diferencia en este planeta: personalidades míticas, seres humanos de excepción, que hoy se oponen a la injusticia, proponen soluciones e inventan un mundo mejor. Hoy quiero hablar de los vivos a quienes admiro y a quienes no les asigno virtudes de santidad, sino contemplo sus aportaciones que contrarrestan los probables defectos que seguramente tienen, como todos.