Dicen que una botella de vino entre dos amigos es la cantidad indicada para una conversación sincera. No hay un estado de embriaguez, pero las palabras nos brotan de manera natural. La verdad, pocas cosas como compartir un buen vino entre amigos.
El vino, más que una bebida, representa una tradición antiquísima. Podríamos recorrer su historia desde Egipto hasta Grecia y uno de los rastros que nos dejará es que el vino siempre fue sinónimo de tierras fértiles.
Subjetivamente, mis vinos favoritos son los afrutados, esos que son más dulces que amargos. Si bien, lugares como España, Francia e Italia tienen vinos riquísimos, mis favoritos, querido lector, sin presunción alguna, están en América Latina, por ejemplo, pensemos en los vinos de Mendoza, Argentina.
Tal pareciera que la fertilidad de las tierras americanas, aunado a otras características como la altura de la zona o qué se cultiva alrededor del viñedo, permite que América Latina tenga buenos vinos y sin duda, México no se queda atrás. Por ejemplo, los vinos mexicanos más ricos que he probado son los de Querétaro —muy famosos incluso por su ruta de vino y quesos— y los de Aguascalientes.
México ha tenido un auge los últimos años respecto a su producción vitivinícola. Así, en una gran fiesta, por onceavo año consecutivo, se reunirán los productores de vinos mexicanos más importantes. La cita es en los Viñedos La redonda, en el municipio de Ezequiel Montes, Querétaro, el próximo 29 de febrero y 1 de marzo.

Esta fiesta se llama 100 vinos mexicanos y podrás conocer a todos los vinicultores mexicanos unidos para la que el vino no sea una moda sino un modo de vida. Es decir, se busca que un vino pueda ser acompañado por un mole o por un pescado a la veracruzana; que el vino forme parte natural de nuestra gastronomía, de nuestra vida. Y tú ¿te vas a animar a ser parte de esta experiencia? Allá te vemos.